Felicidad a pedido
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
- T+
- T-
Padre Hugo Tagle
Un tema recurrente en distintos foros sobre calidad de vida es la comprensible expectativa de “ser más felices”. Y, la verdad, esto de la felicidad es un tema muy serio. No hay una receta mágica para ser felices. Es una conquista cotidiana. Importan, y mucho, las condiciones externas, pero diría que la primera condición para ser feliz es cultivar una predisposición interior que lo busque.
Tanto es así, que se puede ser feliz en las circunstancias más adversas. El Papa Francisco nos dice que el inicio de toda alegría es pensar en los demás. Quien sale de sí, vive más feliz. No es replegándose en sí mismo como se es más feliz: es necesario pasar del egoísmo a pensar en los demás.
Haremos vienen en luchar contra una suerte de “melancolía del alma”. El cristiano, dice el Papa, “aleja la tentación de la tristeza. Dios “quiere que seamos positivos”, que disfrutemos las cosas pequeñas de cada día y no que seamos prisioneros “de complicaciones interminables” y pensamientos negativos. Francisco recuerda un famoso dicho: la verdadera santidad es alegría, porque “un santo triste es un triste santo”.
“La felicidad no es algo que se compra en el supermercado, subraya Francisco, la felicidad viene sólo de amar y servir.”
Cultivemos un sano sentido del humor: saber reírse de uno mismo y nunca de los demás. Nos reímos con el otro y no del otro.
Un corazón agradecido es finalmente un corazón feliz. El Papa pone como ejemplo a San Francisco de Asís, quien “agradecía un pedazo de pan duro, o alababa a Dios sólo por la brisa que acariciaba su rostro”. “A veces, la tristeza está relacionada con la ingratitud. Estamos tan cerrados en nosotros mismos, que somos incapaces de reconocer los dones de Dios”. Un corazón que ve bien, sabe cómo agradecer y alabar: es un corazón que sabe cómo regocijarse.
La felicidad pasa por saber perdonar y pedir perdón. En un corazón rencoroso no hay lugar para la felicidad. El que no perdona sólo se hace daño a sí mismo. El Papa da dos consejos: rezar y caminar con otros. “La oración cambia la realidad, no lo olvidemos. Cambia las cosas o cambia nuestro corazón”. Y no hay que caminar solo por la vida. “Sin amistad, sin amor, sin compañeros, sin pertenecer a un pueblo, sin esa experiencia tan hermosa que es el arriesgar juntos, no se es feliz”.
La alegría es escuchar a Dios que nos dice: “Tú eres importante para mí, te amo, cuento contigo”. “Sentirse amados por Dios, sentir que no somos números, sino personas; y sentir que es Él quien nos llama”, dice el Papa. Amar y dejarse amar. Un imperativo del tiempo.